viernes, 30 de abril de 2010

LA EDUCACION DOMINICANA COMO TEMA PANTALLA


LA EDUCACIÓN DOMINICANA COMO TEMA PANTALLA

Por Pedro Ovalles
A los profesores:
Heriberto Gihttp://www.blogger.com/img/blank.gifl y
Narcizo Brito
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En la actualidad se está hablando mucho de los valores y su inversión. Oigo a políticos de todos los partidos y uno que otro dirigente de organizaciones diversas: iglesias, sociedad civil organizada, y hasta educadores. Todos ellos apuntan hacia la educación como es obvio. Dicen algunos expresamente, y otros los dejan sugerido: "Es en la escuela que hay que resolver esa problemática”. Lo que se entiende, por tanto, como un fallo de la educación dominicana.

Considero, de entrada, que tienen razón. Sin embargo, y no debe ser sorpresa para nadie, no la tienen en toda su dimensión. Tienen, ciertamente, una porción de la misma. Es una verdad irrefutable: ellos creen poseer la totalidad de la certeza. Dicen: “La culpable es la escuela, los maestros; en fin, la educación dominicana”.

Es ahí, precisamente, donde yerran, donde denotan ceguera al abordar el tema. ¿O lo hacen conscientes para ocultar la verdadera realidad del asunto? No tocan el costado más importante o neurálgico del porqué se está cada día más profundizando en toda la sociedad dominicana la llamada inversión de valores.

Adrede buscan ocultar la médula de la referida problemática. ¿Por qué lo hacen? Porque a ellos mismos no les conviene que toda la ciudadanía llegue a entender a conciencia meridiana cuál es la causa real del surgimiento en nuestra patria de un 'tigueraje' a todos los niveles que amenaza los cimientos de nuestra endeble democracia.

Díganme: ¿acaso el orden institucional no peligra? ¡Ya de hecho está maltrecho! ¿Ha tenido y tiene toda la credibilidad que amerita el Estado Dominicano para ser paradigma como rector, como administrador y referente en la construcción de un futuro halagüeño para nuestro país?

¿No me digan que ustedes creen que somos los maestros los que hemos ensuciado el agua? Respóndanme: ¿la escuela es la que le ha tirado tierra al estanque? ¿Es tener buenas miras o visión decir: “Ha fallado la educación dominicana”? ¿No encuentran que ese es un razonamiento pobre, simplista, mostrenco y a la vez malintencionado? Entiendan: dejar hasta ahí la causa por la cual nuestro país está arropado por unos antivalores que amenazan por postrarlo en el lecho inmundo del 'tigueraje' organizado, es tener lampiña la reflexión y mostrenco el juicio.

¿Qué es lo que están tratando de ocultar? ¿Qué es lo que no quieren decir, pero que la sociedad lo percibe? Ellos salen dando opiniones, declaraciones que constituyen “palomas tirándoles a las escopetas”. Como ellos mismos no se pueden apuntar con las escopetas, hacen un revuelo de opiniones y creen que todos los dominicanos se las vamos a creer esas maniobras de mal gusto.

La crisis está primero, oigan bien, y en mayor hondura, en ellos mismos como dirigentes, de todos los niveles y de todos los estratos sociales, y más los que han y están dirigiendo nuestras instituciones, de ayer y de hoy, públicas y privadas; aunque, por suerte, quedan reservas, por cierto, muy ilustres y esperanzadoras.

No somos ciegos. ¿El narcotráfico no ha invadido todas las instituciones? ¿El pillaje no es una práctica común y añeja en el sector público y privado? Que nadie se haga el ingenuo: en los primeros que se han invertidos los valores son en nuestros dirigentes; repito, en los de ayer y en los de hoy, y no se salva un solo sector, aunque en cada sector hay sujetos no contaminados y que son referentes éticos encomiables.

Lamentablemente, el aludido cáncer ha invadido toda la sociedad dominicana. A diario somos testigos de dirigentes de varias instituciones encargadas de servir de modelos en el combate a la delincuencia y al narcotráfico, que terminan siendo tan delincuentes como los más bandidos y malvados dominicanos procesados y no procesados en los tribunales.

¿Qué puede hacer en lo inmediato la escuela, la educación dominicana, ante esta situación? ¿Qué podemos hacer los maestros ante esta epidemia que han y están expandiendo nuestros dirigentes? Sabemos que podemos hacer muchas cosas para contrarrestar tal enfermedad moral. De hecho estamos en eso. Pero es frustrante: en ellos –nuestros dirigentes– es que recae la mayor responsabilidad de dirigir la nación. Son los que trazan la pauta en todo. Han sido y son nuestros gestores, representantes nacionales e internacionales en los distintos renglones de la vida nacional.

¿Qué se puede esperar de una sociedad cuyos dirigentes no son paradigmas a seguir? Son los primeros que delincan y empollan la impunidad. Se vuelven inmunes, invulnerables a la justicia. Pasan siendo agua limpia cuando en el fondo han sido y son fango, barro, putrefacción.

Entonces, no culpemos así por así a la escuela, al maestro, a la educación dominicana. ¿Cuál es el ejemplo que están percibiendo nuestros jóvenes? ¿Cuál es el mensaje que las diferentes instituciones están enviando a la juventud dominicana?

No estamos diciendo que todo está perdido, que ya la enfermedad no tiene cura, que todos los dominicanos somos delincuentes. ¡No! Lo que alarma es el grado de podredumbre que envuelve a nuestras instituciones. También, lo irónico es que ellas son las que tienen el rol de poner el orden, actuar con buenos hábitos en el manejo de la cosa pública y privada.

Cada día se conoce de casos donde tal o cual dirigente o administrador; bajo, mediano y alto militar, empresario, comerciante, cae corroído por el narcotráfico, o comete algunas infracciones a las leyes de nuestro país que lo inhabilitan como líder. Los tentáculos de tal flagelo han invadido zonas insospechadas del endémico cuerpo de nuestra sociedad.

Que se sepa muy bien, óiganlo bien ustedes: el mal no va de abajo hacia arriba. Viene de arriba hacia abajo. La educación dominicana tuviera otra suerte, un gran soporte, si nuestros líderes poseyeran moral, honestidad y principios de justicia en la función que la nación le asigna a cada uno. Fuera otra, es verdad. Por igual: otra fuera nuestra sociedad. Otro color tuviera nuestro futuro como patria.

Moca, 15 de febrero de 2010

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