martes, 4 de enero de 2011

El maestro que se requiere formar según Dewey

El maestro que se requiere formar según Dewey

El pensamiento de Dewey, sobre la formación del maestro sigue teniendo vigencia, aunque fue expuesto en la primera mitad del siglo XX, los países que han salido exitosos en los últimos 30 años a nivel mundial lo han logrado una vez decidieron que la educación es política de Estado y eje del desarrollo nacional. Además de decidir como prioridad nacional su sistema educativo, a lo que ellos le dieron su real importancia fue a la formación de sus maestros, precisando ¿Cómo se debe formar al maestro?, ¿Quién puede ser maestro?, ¿Cómo se estimula académica y económicamente ese maestro? , ¿Cuál es el compromiso del Estado con la formación del maestro y cuál el reconocimiento que la sociedad debe a sus maestros? Siendo tan importante la infraestructura y dotación de una institución escolar, es más importante tener claro y preciso, quien es el maestro que sea garante de educar antes que instruir.

El pedagogo Dewey nos dice sobre lo que debe ser el maestro que el educador debe ser el líder intelectual de un grupo social, ha de ser un líder para su alumnado. Su superioridad no le viene de ningún tipo de autoritarismo, sino por la autoridad que para éstos ha de suponer la talla intelectual del educador, su dominio de los conocimientos que imparte, su saber en el aula y sobre todo su sabiduría, su valía como persona con unos valores éticos que apunten al respeto de la dignidad del ser humano, que se dirijan a la formación del ciudadano democrático, demostrando con su ejemplo, lo que se espera de él.

El máximo calificativo que emplea para quien está frente a un aula de clase es que debe ser un educador. Además tiene que poseer un conocimiento amplio: lo cual le permitirá tener una mente libre para observar a sus alumnos. Es misión del educador examinar las reacciones de los discentes y saber interpretarlas. Pues le compete no solo atender la dimensión cognitiva del alumno: sino ver a cada alumno en toda su integridad, por lo que cuida su desarrollo en cada una de las facetas que la integran. En concreto, el docente va a atender especialmente a la educación socio-moral, esencial en su formación como ciudadano democrático, a través del ambiente que logre crear en el aula.

Si bien el currículo debe responder a los intereses y necesidades del alumno de acuerdo a su edad el que permite una confluencia de saberes es el enseñar a partir de problemas, los problemas nos llevan a pensar, a reflexionar, a la búsqueda de soluciones que terminen con esa incertidumbre. Los problemas han de presentarse como desafíos, como retos para la inteligencia. La enseñanza a partir de problemas, nos permite adquirir la actitud de reflexionar con libertad sobre el mundo. Debemos cultivar la actitud reflexiva, la investigadora, la científica, aquella asociada al método experimental, donde la inteligencia juega un papel de primer orden. Es la actitud crítica que conlleva a formular claramente los problemas, plantear hipótesis, varias alternativas de solución y a elegir la más adecuada, una vez autorizados los pros y los contra de cada uno.

Insiste el pedagogo Dewey que hay que estimular la actitud interrogante por parte del alumno, la capacidad de preguntar, necesaria para conocer, que tanto valoraba Sócrates. El reconocimiento de la propia ignorancia es el primer paso para la búsqueda del saber. Con las preguntas, el discente aclara sus dudas, satisface su curiosidad y muestra al profesor cuales áreas son las que despiertan su interés.

Recomienda una fuerte formación en didáctica, en metodologías activas en el aula, la organización escolar y la psicología de la educación. Resalta igualmente que en la formación de todo educador debe darse cuenta de la filosofía, de la historia de la educación y de su psicología.

También destaca el entusiasmo por la materia que transmita a los alumnos. Precisamente es una de las mejores formas de que éste sienta que lo que el educador imparte es importante. Otro punto de vista es un acento en la disciplina en clase.

Es una disciplina que supone un esfuerzo: no hay aprendizaje sin esfuerzo. Una disciplina, que es respetuosa con la libertad y que es su principal aliado. Ante el debate actual acerca de si es necesario más o menos disciplina por parte de los docentes la respuesta se tendría que centrar en clarificar primeramente que entendemos por disciplina: concluyendo en la definición Deweyiana, siempre habría que contestar, “más disciplina”.

Si bien el pensamiento educativo de este pedagogo, alcanzó su máximo desarrollo en la segunda mitad del siglo XX, sus ideas siguen teniendo vigencia en los albores del siglo XXI, su búsqueda de la democracia nos invita a tener presente el concepto de inclusión.

La pedagogía de John Dewey nos invita a preguntarnos cada día, en cada momento, “¿Qué hemos aprendido?”, ya que vivir significa crecimiento, desarrollo. En suma, mayor educación.

Como educadores debemos trabajar para que cada niño o niña adquiera su mayor autonomía, que llegue a una “mayoría de edad” o madurez real en la que comprenda el mundo en que viva y luche por su progreso.

Para ello hemos de tener preciso un norte junto al ideal democrático siempre en la búsqueda de la justicia y la equidad social.

Deseo a todos los educadores, estudiantes y ciudadanos de la presente sociedad antioqueña un próspero año nuevo 2011 y que la luz del pensamiento y compromiso en la acción nos permita avanzar en lo previsto en la visión Antioquia para el bien de todos.

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